“Yo soy un joven metido en cuero de viejo”: las anécdotas de Pedro “Aguacate” Acosta
Sin duda, el que fue por años conductor de El Heraldo y gran amigo de Gabo, era todo un personaje entre los periodistas.
Por Roberto Llanos Rodado
“Yo soy un joven metido en cuero de viejo”, solía definirse en momentos de euforia Pedro Acosta, como para reafirmar que a pesar de los años aún conservaba inalterable un espíritu juvenil.
Era una ocurrencia que causaba gracia, y sin decírselo, todos en la redacción de El Heraldo de los 80, se lo reconocíamos al palpar en el trajín diario su esencia de hombre alegre, dinámico, y con suficiente energía para no arrugársele al trabajo.
“¡Pilas ‘Aguacate’, vamos a salir! Era una frase que se escuchaba todas las mañanas en el diario, para alertarlo de que los periodistas iniciaban el recorrido de la reportería diaria, y Pedro, en su función de conductor, el encargado de hacer el reparto en los sitios que operaban como fuentes noticiosas.
Eso de ‘Aguacate’ era un mote afectuoso que no le incomodaba en nada, lo arrastraba de su oficio anterior de conductor en la estación de taxis del Hotel El Prado, y que alguno de sus colegas bromistas hizo llegar al periódico “para que no se perdiera la costumbre”.
Este querido Pedro Acosta Laguna, su nombre de registro, o ‘Pedro Aguacate’, su apelativo cariñoso de sempiterno mamador de gallo, partió de este plano terrenal este jueves 25 de septiembre a la edad de 95 años, y dejó a su paso un montón de anécdotas y enseñanzas difíciles de olvidar y recordarlas todas.
Una de sus funciones principales en el periódico era la de conductor oficial de doña Olguita Emiliani, asistente de dirección, pero paralelo a esto, Pedro cumplía otra misión al margen de su contrato laboral.
Consistía en contarles a los periodistas, cada mañana antes del inicio de la jornada, el estado de ánimo con el que Olguita llegaba a trabajar, del cual estábamos todos pendientes.
Este podía fluctuar en distintos tipos de enojos en caso de algún error en la redacción; o en su defecto, en parte de tranquilidad si la edición del periódico resultaba impecable en su contenido.
“Ñerda, está cabrera contigo, prepara lo que le vas a decir, porque te la embarraste en la dirección de la noticia”, podía ser uno de las alertas de Pedro al periodista.
“Está super contenta, le gustó todo lo que salió hoy, en especial tu nota”, también era otro de los reportes de Pedro a los redactores.
Es que era a él a quien Olguita le hacía el primer análisis del contenido del periódico, cuando llegaba a recogerla todas las mañanas a su casa para llevarla a trabajar.

Pedro Acosta concentraba los valores de un hombre serio, responsable, respetuoso, cumplidor fiel y comprometido con su trabajo; cualidades a las que agregaba la sustancia del bacán de barrio barranquillero, mamador de gallo, carismático, rumbero, de fácil sonrisa, amante de la Sonora Matancera, de la música de vieja guardia, y su sucesora, la trepidante salsa dura de los 70.
Esta pasión musical de buen caribeño, las adobaba en sus días semanales de descanso con unas ‘Costeñitas bien heladas’, su cerveza favorita.
Una de las pasiones que abrazaba con pasión cada que salía de vacaciones, era la de dedicarles varios días al cine, en especial a las funciones del llamado ‘cine contínuo’, que proyectaba el desaparecido teatro Colombia en el Centro de la ciudad.
“Me vi las ‘morrocoyas ninjas’”, llegó al periódico comentando sobre una de las películas que había visto en vacaciones.
“Éche Pedro, serán las ‘Tortugas Ninjas’”, le corrigió en medio de la risotada general, el reportero gráfico Tino Choperena.
Ese era Pedro, el que con alguna frecuencia incurría en ciertos lapsus que originaban momentos divertidos, a los que él se sumaba con sus carcajadas que retumbaban en la sala de redacción.
“Voy rumbo a ‘vecinos caminales’”, respondió una vez por el sistema de radio, cuando la secretaria Sonia Pedroza le preguntó “por dónde andaba”.
“Vecinos caminales”, a la que se refirió era la desaparecida dependencia gubernamental llamada ‘Caminos vecinales’.
O también cuando le preguntaron hacia dónde se dirigía, y él sin pestañear dijo: “Voy con Laurian Puerta y Alex Riquett, estoy casi llegando a la ‘sigatoca’”.

En realidad era a una sinagoga, donde redactor y fotógrafo iban a cumplir su misión periodística.
Su vinculación a El Heraldo la comenzó como contratista, conducía un taxi Plymouth de color rojo en el que movilizaba a los periodistas en sus tareas de reporteros, le pagaban por carreras.
Desarrolló un trabajo eficiente, que el director Juan B. Fernández R. ordenó que la empresa lo contratara, y para ello le asignaron una camioneta Chevrolet Luv cero kilómetros, que él trataba con especial cuidado al punto de llamarla ‘La niña’.
Pedro Acosta no solo era el conductor de los periodistas, con todos logró cultivar una estrecha amistad, muchas veces se convertía en un reportero más, en especial en las noticias de crónica roja, pues escuchaba atentamente los comentarios de los curiosos en un episodio de sangre, y luego le recomendaba al periodista: “A aquella persona, la escuché decir esto, confirma ese dato con ella o con la Policía”.
Conocedor de estos aportes, el entonces director Juan B. Fernández, autorizó que dotaran a Pedro de una cámara fotográfica. “Él anda recorriendo todo el día la ciudad, seguro que se encuentra más de una buena foto”.
Entre otra de las cosas sobre Pedro Acosta, podemos mencionar algo que volvió una tradición todos los finales de diciembre, cuando organizaba un encuentro festivo en su casa del barrio Olaya, solo con los reporteros gráficos de El Heraldo y algún otro de los demás diarios de la ciudad. Era un círculo cerrado con el personal de las cámaras.
Además de lo que ya dijimos en Zona Cero sobre su amistad con nuestro Nobel Gabriel García Márquez, también vale la pena recordar su estrecha relación amistosa con la gran figura de la canción, ‘El pollo barranquillero’ Nelson Pinedo, estelar cantante de la Sonora, de quien fue su amigo de infancia en el histórico barrio Rebolo, en el cual ambos nacieron y fueron vecinos.
En grandes pinceladas retratamos a un bacán como Pedro Acosta que supo llevar una vida placentera hasta caer enfermo en los estertores de la vida. Ve por buen camino querido “Aguacate”.